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Artritis Reumatoide

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Introducción

La artritis reumatoide (AR) es una enfermedad inflamatoria, crónica y sistémica, provocada por una alteración en el funcionamiento del sistema inmune.

Se caracteriza por la producción de anticuerpos que atacan a los tejidos sanos del cuerpo, originando inflamación de la membrana sinovial, destrucción del tejido articular, erosiones óseas y anormalidades mecánicas en las articulaciones.

Constituye pues, una artropatía no benigna y destructiva que sin tratamiento efectivo lleva a discapacidad funcional y está asociada a una importante disminución de la calidad de vida de los pacientes que la padecen.

Epidemiología

El término artritis reumatoide fue utilizado por primera vez por el médico inglés Archibald Edward Garrod en el año 1859.

Actualmente es considerada como la poliartritis inflamatoria más común del adulto, afectando alrededor del 1% de la población mundial.

En nuestro entorno la padece 1 de cada 200 personas, habiendo en España 200.000 afectados por esta patología. Es más frecuente en mujeres (de 3 a 5 veces más) pero también puede afectar a los hombres.

No es una enfermedad propia de la edad avanzada y aunque puede aparecer en ancianos, se presenta con mayor frecuencia entre los 45 y los 55 años.

 

Etiología

La AR se presenta con más frecuencia en personas con una especial predisposición, sin embargo, no es una enfermedad hereditaria.

La causa es desconocida. Se han estudiado agentes infecciosos como bacterias y virus, y aunque se han encontrado datos sugerentes en algunos casos, no hay evidencias que confirmen la implicación de uno en concreto.

Pese a que su causa es desconocida, actualmente se cree que la AR está desencadenada por la exposición de un antígeno artritógeno de una persona con predisposición genética, que produce una alteración de la autotolerancia inmunológica y una reacción inflamatoria crónica.

 

Etiopatogenia

Las articulaciones son las estructuras que unen huesos y permiten la movilidad del cuerpo humano.

Las porciones finales de los huesos tienen unas superficies lisas que son los cartílagos, que permiten un rozamiento suave entre dichos huesos.

Con el fin de nutrir y proteger estas terminaciones óseas recubiertas de cartílago, las articulaciones disponen de una membrana (la membrana sinovial) que las recubre en su interior uniendo un hueso con el otro.

La artritis reumatoide es una enfermedad en la que se produce la inflamación de la membrana sinovial de múltiples articulaciones.

Esta inflamación va a ser la responsable del dolor, de la hinchazón y de la sensación de rigidez.

Algunas articulaciones se verán más afectadas que otras, y hay algunas que casi nunca se alteran.

La persistencia de la inflamación de la membrana sinovial condiciona que el lugar del hueso en el que se fija la membrana sinovial se dañe dando lugar a pequeñas erosiones. Además, la inflamación mantenida de una articulación hace que el cartílago, que permite el rozamiento suave entre los huesos, adelgace y desaparezca.

 

Con el tratamiento se puede conseguir que la inflamación de la membrana sinovial se controle, pero el daño ya producido en el hueso y en los cartílagos es irreparable.

La sobrecarga de las articulaciones inflamadas contribuye a acelerar la destrucción.

Aunque la localización fundamental de las lesiones producidas por la artritis reumatoide está en la membrana sinovial de las articulaciones, a veces se pueden alterar otras estructuras.

En la piel pueden encontrarse los llamados nódulos reumatoides, que son abultamientos duros (nódulos) que aparecen en zonas de roce, como son los codos, el dorso de los dedos de las manos y de los pies, la parte posterior de la cabeza, la zona del talón.

Estos nódulos son la consecuencia de la actividad de la enfermedad. Muchas veces desparecen espontáneamente o con el tratamiento, aunque en ocasiones hay que eliminarlos con cirugía.

La AR puede originar inflamación y atrofia de las glándulas que producen lágrimas, saliva, jugos digestivos o flujo vaginal, así como sequedad de la piel y mucosas.

 

Manifestaciones clínicas

Al ser una enfermedad sistémica, la AR provoca síntomas y signos articulares y extraarticulares.

1.Manifestaciones articulares. Pueden verse afectadas una o varias articulaciones, sumándose otras de forma lenta y progresiva.

Comienza de forma simétrica y bilateral, y conforme avanza la enfermedad se manifiesta el dolor, tumefacción articular debido a la inflamación, disminución de la movilidad de la zona afectada, debilidad y atrofia muscular.

En fases más avanzadas, se manifiestan evidentes deformidades articulares consecuencia de la destrucción del cartílago, de las alteraciones ligamentosas y tendinosas, contracturas y luxaciones.

 

 

2.Manifestaciones extraarticulares.

Las más comunes y frecuentes desde el debut de la patología son la astenia y la  anorexia. En fases agudas de evolución también se manifiesta con fiebre.

El 20-30% de los pacientes presenta aparición de nódulos reumatoideos en zonas de la piel sometidas a presión (codo, región lumbosacra, occipucio).
También se ven afectados los vasos sanguíneos, con riesgo de sufrir síndromes de vasculitis que suelen manifestarse como úlceras cutáneas profundas, infarto intestinal, necrosis digital…).

 

Pronóstico

El pronóstico de la enfermedad hace referencia al grado de incapacidad que desarrollará un paciente a largo plazo.

Debido al grado de variabilidad de la enfermedad, resulta muy complicado determinar un pronóstico individual para cada paciente.

El grado de capacidad funcional depende fundamentalmente de dos factores:

  1. Actividad inflamatoria, que acostumbra a seguir un curso fluctuante con períodos de exacerbación y remisiones parciales.
  2. Deterioro articular que se produce como consecuencia del daño estructural anatómico y es independiente de la actividad inflamatoria.

Existen otros factores que auguran un peor pronóstico, como son la presencia del factor reumatoide, erosiones articulares, debut de la enfermedad con elevado número de articulaciones inflamadas, presencia de nódulos reumatoideos.

 

Tratamiento

La AR requiere, generalmente, tratamiento de por vida, que incluye fármacos, fisioterapia, educación sanitaria y posiblemente cirugía.

Entre los tratamientos más habituales podemos destacar los siguientes:

1.Tratamiento farmacológico, dirigido a controlar la actividad inflamatoria, evitar la progresión de la lesión articular y prevenir la invalidez de los pacientes.
Actualmente se recomienda comenzar el tratamiento con un Agente Modificador de la Enfermedad como son la hidroxicloroquina, ciclosporina, sales de oro y metotrexato entre otros.

No sirven para tratar el dolor en un momento determinado, sino que actúan haciendo que la actividad de la enfermedad a largo plazo sea menor.

Tardan en hacer efecto semanas e incluso meses. No hay uno que destaque por encima del resto, por lo que es habitual que el médico tenga que prescribir varios de manera secuencial hasta encontrar el que sea más eficaz y mejor tolerado por el paciente en concreto.

Los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) han logrado gran eficacia en el manejo del dolor de esta patología y el control de la inflamación a corto plazo, pudiendo combinarlos con tramadol en casos de dolor severo.

Los glucocorticoides mejoran los signos y síntomas de la enfermedad y disminuyen la progresión radiológica. En el tratamiento inicial de la AR se recomienda utilizar dosis bajas de este fármaco durante los primeros meses, reduciendo la dosis progresivamente con el fin de retirarlos de manera definitiva

2.Tratamiento biológico. El desarrollo de anticuerpos monoclonales dirigidos contra algunas citocinas proinflamatorias ha conseguido que el curso de la enfermedad en muchos pacientes pase de una destrucción progresiva de las articulaciones a una inflamación crónica lenta pero tratable, evitando de esta manera que se produzca mayor daño articular.

3.Sinoviortesis radiactiva: es una terapia cuyo objetivo es ejercer un efecto local sobre la membrana sinovial inhibiendo el proceso inflamatorio, respetando el cartílago y el hueso subcondral. El procedimiento se lleva a cabo utilizando radionucleidos no encapsulados, mediante la inyección intraarticular de una suspensión coloidal de partículas marcadas con un radioisótopo.

4.Tratamiento quirúrgico. Resulta fundamental en caso de lesiones articulares irreversibles. Se realizan procedimientos como artroplastia total de cadera y rodilla, mejorando el dolor y la capacidad funcional de los pacientes.

 

Bibliografía

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Bibliografía de imágenes

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