El espolón calcáneo es una protrusión ósea que se forma en el hueso del talón (calcáneo) como resultado de la acumulación de calcio. Se caracteriza por la formación de un crecimiento óseo en la zona mencionada, y suele ser el resultado de un estrés repetitivo en el talón, así como de otros factores externos que favorecen su aparición.
El espolón calcáneo afecta al 11-21% de la población joven, ascendiendo al 55% en personas mayores de 62 años y hasta el 81% en pacientes que sufren osteoartritis. Hay estudios que demuestran que hasta un 45% de los casos diagnosticados como espolón cursan de manera asintomática.
La sintomatología de este síndrome consiste en la presencia de dolor agudo, recurrente, en el área inferior del calcáneo, en la zona medial de la inserción de la aponeurosis plantar, donde el osteofito de forma triangular causa fricción constante contra la fascia plantar.
Aunque, por lo visto anteriormente, el espolón suele ir unido a fascitis plantar, en ocasiones es asintomático y su hallazgo casual al realizar una exploración por otros motivos.
Por tanto, el síntoma predominante es el dolor localizado, que normalmente aumenta con la carga, especialmente al levantarse por la mañana o tras períodos de inactividad.
La zona afectada por el espolón suele volverse sensible al tacto, por lo que presionar el talón provocará exacerbación del dolor. Además, el área alrededor de la protusión tiende a presentar signos de inflamación, lo que contribuirá a aumentar las molestias.
La instauración de los síntomas es lenta pero progresiva, pudiendo llegar a ser realmente incapacitante.
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Antes de realizar un diagnóstico, el profesional sanitario encargado de atender un paciente con sospecha de espolón deberá realizar una historia clínica completa, con una correcta anamnesis en la que recopile toda la información posible sobre el caso que le ocupa. Además de los síntomas que presenta, es de especial interés conocer la duración del dolor, desde cuándo le sucede, actividad física o lesiones que puedan estar relacionadas con la patología, así como el calzado utilizado por el paciente.
A continuación, se procederá al examen físico, donde se deben realizar maniobras para evaluad el dolor y la sensibilidad en la zona afectada.
A nivel palpatorio se buscará inflamación en la tuberosidad medial del calcáneo y se comprobará la existencia o no de nódulos en la fascia plantar.
Se incluirá también una valoración de rangos articulares y de los principales grupos musculares que puedan estar implicados en la zona de dolor.
Una vez finalizada la anamnesis y la exploración, pasaremos a valorar la necesidad de realizar alguna prueba complementaria.
Las pruebas de imagen se utilizan en estos casos para confirmar el diagnóstico de espolón y/o descartar la presencia de otra patología subyacente.
De más a menos utilizada, podemos solicitar las siguientes:
Radiografía: a través de esta prueba, podemos observar la presencia de crecimiento anormal de hueso en el calcáneo, lo que nos confirmaría el diagnóstico de espolón.
Ecografía: será útil para identificar la inflamación, irritación de los tejidos y posibles cambios estructurales asociados a esta patología.
Resonancia magnética: esta prueba nos proporcionará una visión más detallada de cualquier cambio en el tejido blando que esté propiciando dolor en la zona.
Causas
Tensión repetitiva o sobrecarga mecánica: actividades que implican un alto impacto o presión constante en el talón como correr, saltar o caminar largas distancias, pueden favorecer la aparición de microtaumatismos que provoquen la aparición de un espolón.
Factores anatómicos o anomalías en la biomecánica de la marcha: un aumento o disminución del arco plantar (pie cavo/pie plano) pueden alterar la distribución de las presiones plantares durante la marcha, aumentando la presión sobre el talón y contribuyendo al desarrollo del osteofito.
Obesidad: el exceso de peso del paciente ejercerá una carga adicional sobre la estructura ósea y articular del pie, aumentando el riesgo de la formación de espolón.
Envejecimiento y degeneración tisular: con la edad, la elasticidad y resistencia de ligamentos y tendones se ve comprometida, pudiendo contribuir a su desarrollo.
Patologías asociadas: ciertas condiciones como la artritis pueden influir en su aparición.
Tratamiento
Actualmente, el tratamiento del espolón se divide en tratamiento conservador o quirúrgico, la elección de uno u otro dependerá de la severidad de la lesión y del tiempo transcurrido desde el debut. La primera línea de tratamiento será la del tratamiento conservador entre los que encontramos distintas opciones terapéuticas:
Reposo relativo: evitar actividades de alto impacto, permanecer de pie largos períodos, y, en general, evitar actividades que provoquen exacerbación del dolor, ayudará al reducir la inflamación en el talón.
Terapia de frío/calor: la crioterapia localizada servirá como método antiinflamatorio y analgésico. Alternativamente, aplicar calor, ayudará a relajar la musculatura, aliviando así la rigidez en el talón.
Terapia física: ejercicios de estiramiento de la fascia plantar podrán aliviar la sintomatología dolorosa, y los de fortalecimiento serán útiles para mejorar la flexibilidad y fuerza de la musculatura del pie y de la parte posterior de la pierna.
Soportes plantares: como parte fundamental del tratamiento, se deberá hacer una correcta exploración biomecánica, atendiendo especialmente a los rangos articulares y movimientos musculares, para posteriormente realizar unas plantillas a medida. Estos soportes plantares ayudarán a distribuir de manera homogénea las presiones plantares, reduciendo la carga en el talón, aliviando a su vez las molestias ocasionadas.
Antinflamatorios no esteroideos (AINEs): en la fase aguda de la patología, este tipo de medicamento reducirá la inflamación y el dolor.
Ondas de choque: estudios recientes han demostrado que utilizar ondas de choque extracorpóreas reduce el dolor de los pacientes durante el día y también durante la noche. Los parámetros aplicados variarán dependiendo de los dispositivos utilizados y de la tolerancia del paciente.
Infiltraciones de corticoides y anestésico: en casos de dolor severo, ésta puede ser una elección correcta para bloquear temporalmente las señales de dolor.
Infiltraciones de plasma rico en plaquetas (PRP): se han alzado como una alternativa prometedora en el tratamiento del espolón. El PRP, que se obtiene de la propia sangre del paciente, contiene una alta concentración de factores de crecimientos que podrán estimular la reparación de los tejidos y ayudará a reducir la inflamación.
Si una vez agotadas las opciones de la primera línea de tratamiento, han transcurrido más de 6-12 meses y el dolor continúa, habrá que valorar la necesidad del tratamiento quirúrgico, en el que podemos distinguir dos procedimientos:
Liberación de la fascia plantar: mediante el cual se realizan varios cortes pequeños en la fascia para reducir así la tensión en la misma.
Exostectomía: implica la eliminación de la protusión ósea.
Prevención
La prevención del espolón irá encaminada a reducir los factores de riesgo y mantener una correcta salud del pie:
Uso de calzado adecuado: serán de elección aquellos zapatos que presenten una correcta amortiguación para ayudar a reducir la presión en el talón. Así mismo, especialmente importante, es que tengan una puntera anatómica, amplia, que permita el movimiento natural del pie.
Control del peso corporal: mantener un peso saludable ayudará a reducir la presión sobre los pies y un desgaste excesivo de las articulaciones.
Evitar actividades de alto impacto.
Mantener una rutina de estiramientos y ejercicios específicos de fortalecimientos muscular.
Revisiones podológicas regulares: ayudarán a saber identificar y abordar cualquier problema que surja en los pies antes de que se conviertan en una lesión más grave.
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